jueves, 6 de diciembre de 2012

Hacia donde vamos

Hacia dónde vamos con el actual sistema de gobierno, independientemente del país en el que nos encontremos. Pues parece ser que la palabra del pueblo no vale nada, no es escuchada sino reprimida. Da igual que te manifiestes por la verdad, pues la verdad queda resumida a lo que dicen los medios de comunicación, que a su vez están plenamente manipulados por la oligarquía que reprime al pueblo. Los derechos constitucionales han quedado reducidos a un simple escrito que no sirve para nada. Es indiferente que reclames los derechos que en esa carta se redactaron en su momento, pues únicamente tienen acceso a esos derechos aquellos que puedan comprarlos.

Cada día que pasa, salen más y más casos de corrupción política a la luz. La mayoría de ellos indultados por los propios colegas de partido. Otros individuos, pertenecientes a las fuerzas de seguridad del estado, son liberados de todos los cargos cuando han actuado como si de una dictadura se tratase. Estamos ante el destape de la gran mentira de la democracia, la gran mentira de la recesión, la gran mentira de los derechos constitucionales, y la gran mentira de la abolición de la dictadura. Pues la dictadura ha pasado de ser un gobierno totalmente represivo, a ser camuflado bajo el lema de una democracia. Si alguien aún no se ha dado cuenta de ese detalle, debe de ser por falta de cultura, o bien porque sale beneficiado encubriendo la verdad.

Paraísos fiscales llenos de dinero robado mientras las familias son desterradas de los derechos que se supone tenían. Paraísos fiscales llenos de dinero público, de corrupción, explotación, esclavitud, utilizado para lavar la imagen de muchas de las grandes empresas que han amasado esa fortuna a costa de manipular los gobiernos para poder actuar impunemente. Miles de millones de dinero evadido de impuestos, en su mayoría evadido por las grandes fortunas que nunca ven su ego saciado y quieren seguir ensanchando sus arcas.

Estamos llegando a un término donde la cara del fascismo está dejandose ver en los militantes de los partidos políticos, independientemente que sean de izquierdas, de derechas o de centro. Están ahí, queriendo llegar al poder para hacer lo mismo que todos sus colegas políticos. Robar con impunidad de los impuestos pagados por los trabajadores, fundar cientos de empresas monopolistas para evadir impuestos, y vivir con todo tipo de lujos a costa de manipular los medios de comunicación, la ley, la educación, la sanidad y los cuerpos de seguridad.

Es curioso ver como muchas personas, que no han sido salpicadas aún por estas injusticias no asumen su esclavitud con un sistema que les hace consumir productos que no necesitan. Que son adoctrinados desde que son pequeños para seguir el juego de ese sistema. Y que cuando quieren ver el conjunto entero de la situación, ya se encuentran en la calle, sin amparo y sin derechos. Es entonces cuando acuden a los sentimientos de los demás para provocar pena y ser ayudados, cuando ellos mismos han negado su ayuda porque no se imaginaban verse en esa situación. Otros son tan dependientes del sistema, que una vez desadaptados y excluídos se ven incapaces de seguir viviendo.

Resulta que todos atribuimos la culpa de lo que pasa en la responsabilidad de otros, cuando realmente todos y cada uno de nosotros somos culpables de permitir que manipulen nuestras mentes convirtiendonos en muertos andantes consumistas. Mientras podemos consumir y paradógicamente vivir consumiendo, no nos vemos afectados por las desgracias del resto, da igual que sea nuestro vecino, nuestro amigo, o un desconocido.

No está en la mano de un solo individuo hacer algo, no se necesita un lider que dirija las masas. Es cuestión de buscar en las necesidades de todos y buscar el factor común por el que estamos unidos. No hay que esperar a que otros se muevan, hay que empezar a moverse por uno mismo. Igual que es necesario salir de casa para buscar comida, es necesario salir de casa para organizarse contra un sistema que ahoga a los que menos tienen, y favorece a los que están igualmente corrompidos por la ambición y el ego. Pero una cosa es indiscutible, si nos centramos enérgicamente en satisfacer nuestras propias necesidades, la corrupción tendrá ventaja, y puede que gane la batalla.

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