domingo, 16 de diciembre de 2012

El interior confuso

Atrapado en la incertidumbre de no saber si me muevo únicamente por el ego, si en verdad soy capaz de amar. Si sigo muerto en vida o tal vez estoy resucitando y muriendo continuamente por la maldad de mis pensamientos, efímeros, abstractos. O porque tal vez no se apreciar las genialidades que me brinda esta vida, incapaz, inútil, concentrado en mí, y no en el exterior.

Envuelto por el mar de pensamientos que me nublan la razón de ser, centrándome en la superficialidad de los sentimientos que percibo. Observando como un cazador que acecha a su presa desde el manto vegetal que lo mantiene oculto, en la sombra.

Después de tanto tiempo muerto, sin razones para luchar, para seguir, perseguido por los juicios que he creado en mi cabeza contra mí mismo, para cambiar o mejorar lo que observo en el resto de personas, retraídas hacia el ego, hacia el mal. Al final, cuando encuentro una razón, consistente, que roza la perfección de la sabia naturaleza, el único motivo que he encontrado para seguir adelante parece desvanecerse en el loco juego de la vida.

Mis pensamientos pasan tan deprisa que me es imposible alcanzarlos para poder analizarlos en profundidad, desvelar su razón o su mentira generada por mi propia imaginación. Quizá manipulado por mis propios miedos, abstraido en una carcel edificada por mis pensamientos, triste y contento, fugaz.

Lo más probable es que estas palabras, estos pensamientos, sentimientos, sin sentido, mueran en el olvido, en la historia. Sin haber conseguido despertar en muchos la verdadera razon de la existencia, del triunfo que no buscamos y nos condenamos a ser simples espectadores, esperando un milagro, la salvación.

Rememoro las situaciones de antaño, cuando me guiaba por la inocencia de ser un niño, creciendo en una sociedad que escapaba a mi comprensión. Siendo amado en silencio por la divinidad que regresaría algún día a mi vida, que me enseñaría a ver desde amplios ángulos los distintos conceptos de la humanidad. Quizá por eso he permanecido muerto por tanto tiempo.

Quizá por que mi corazón me ha dictado a través de la experiencia apartarme de la vida de los demás, de los que me observan como un bicho raro, desadaptado, soñador, iluso. Puede ser esa la razón por la que me encuentro solo y acompañado mientras voy siendo despojado de mi coherencia, de mi verdad ilusoria que oculta mi verdadero ser, mi fracaso.

Arropado por el manto estrellado y pequeñas nubes de algodón que circundan el contorno de la luna, del ser amado del sol que se oculta en la noche, esperando el momento de la incesante lucha, por agitar una bandera que represente a la humanidad, no a una nación, ni a un estado, una minoría, separada.

En el final y el principio de mi vida, seré juzgado por aquello que fuí capaz de hacer y no hize, no por algún dios omnipotente, más bien por aquellos que no están dispuestos a reconocer su fracaso en mis acciones. Mi juicio, lejos de todo eco publicitario, en solitario, olvidado en algún recóndito bullicio donde muere la humanidad.

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