domingo, 16 de diciembre de 2012

Feminidad divina y escondida

La mujer, la que engendra la vida, la que la transporta y la protege. ¿Qué ha sido de la mujer a lo largo de la historia?. Vejada, maltratada y condenada a satisfacer el ego del hombre, pues bajo la esclavitud del hombre, la mujer es privada de actuar en consecuencia a la razón de su existencia.

Desde tiempos remotos en el amplio pasado, hasta nuestros días, la mujer ha recibido el acoso de la lascivia del hombre, el cual usa como un simple entretenimiento ocasional y de placer momentáneo. Como la procreadora de su estirpe con el único propósito de facilitar su expansión. Condenada a ser mancillada con palabras crueles de imperfección. Cuando realmente es la única y verdadera perfección de la creación, de la vida.

La musa de las mejores creaciones del ser humano, inspiradora de la fe y la creencia, matrona de todas las vidas que llegan a nuestra existencia, portavoz de la conciencia universal sobre justicia. Madre de toda la humanidad cuando su protagonismo es ocultado bajo el orgullo del hombre.

Ningún dios que se precie, mantendría a la mujer como un objeto de recreo, de lujuria. Pues olvidaría con ello el origen de su principio, de su vida y su creación. ¿Qué dios no nace de la divinidad femenina?, quizá el dios generado por la avaricia del hombre sea el que mantenga esa discordia con el legado que le corresponde a la mujer.

Me atrevería a decir que la capacidad de amar de un hombre, sólo es desarrollada cuando recibe el amor de una mujer, pues el amor recibido es lo único que lo complementa y que lo guía para convertirse en un hombre plenamente. El único sustento que necesita el hombre para observar la vida tal y como es en realidad, el poder mirar el mundo a traves de los ojos de su consorte, a través de su expresión y fortaleza de lucha, de seguir adelante, aun sin ser amada.

La historia nos enseña que los grandes logros de la humanidad fueron realizados por hombres, pero no hacen alusión a las grandes mujeres que les inspiraron a realizar esas acciones. Las que duermen en el pensamiento, en la mirada, la expresión o inexpresión de añoro hacia lo que no hubieran conseguido sin el consejo del amor de una mujer.

La mujer, la sustentadora del placer carnal que vuelve locos a los hombres, los enfrenta en encarnizadas batallas donde pretenden demostrar su hombría. Creyendo poder elegir cuando son ellos los que son elegidos, creyendo amar cuando son amados.

Es quizá por eso por lo que la humanidad se pierde en el olvido, porque hemos sido despojados del verdadero sentir de la vida. Porque maltratamos y herimos con nuestros hechos, palabras y actitudes a quien deberíamos proteger y velar por su seguridad, por su confort e integridad. Para seguir sintiendonos amados, y hacernos existir a través de su amor.

Cualquier hombre que sea realmente un hombre, encontrará la certeza de la divinidad femenina como la única guía espiritual coherente. Será consciente de que la semilla de la vida está en el óvulo, y que sin esa semilla, la vida nunca sería vida. Sin esa semilla, encontrada en cientos de civilizaciones que han poblado la tierra. Prohibida su exposición a los ojos de los hombres para mantenerlo ahogado en su superioridad física, en su fuerza bruta, en su ego, su jaula, su prisión.

Es posible que el papel de la mujer sea enseñar a amar a los hombres, y que éstos, cegados por su propia ambición sean incapaces de ver más allá de lo que su propio ego les muestra. Confinando a la mujer en un simple objeto recluido a las labores que él encomiende. Condenandose a si mismos a errar continuamente a lo largo de la historia.

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