domingo, 19 de agosto de 2012

Justicia o injusticia: nosotros decidimos

Habitualmente pienso en un mundo donde la crueldad no existe, donde nadie está por encima de los demás, donde el derecho a la vida sea realmente una libertad, donde la lealtad y la ayuda hacia los demás gobierne por encima de todas las leyes.
Un mundo donde soñar no sea necesario, pues la vida misma sería un sueño para todos. Una tierra sin dueño, lleno de personas libres y leales a la vida. Una sociedad que mirase por el sostenimiento de la ecología y en la que las únicas armas que existieran fuesen las utilizadas para la caza por la supervivencia, y jamás se utilizasen para hacer la guerra.
Un mundo donde el amor abunde por todas partes, donde no existan diferencias entre individuos ni culturas. Un mundo donde no exista ninguna lucha por el poder, pues el poder sería de la soberanía popular, con leyes justas y humanas elaboradas entre todos para mantener una equidad digna de ser llamada justicia. Ese mundo con el que soñaron Mahatma Ghandi, Martin Luther King, John Lennon o Bob Marley entre otros muchos que, si no fueron asesinados, no faltó la oportunidad de intentarlo.
Quizá mi conciencia haya comenzado a despertar, pues no puedo retener las lágrimas cuando pienso en ese mundo, utópico para la mayoría de las personas. No puedo sofocar el llanto cuando me flaquean las fuerzas en esta lucha contra el poder represivo del que somos partícipes. Igual que se me hace un nudo en el estómago cuando soy testigo de cualquier injusticia.
Cada día que comienza, comienza con él una nueva lucha para que se haga justicia. Una carrera contra el tiempo y contra la opresión de la oligarquía que gobierna solamente para enriquecerse con la esclavitud del resto. Un esfuerzo sobrehumano para resistir toda la pena que me inunda al saber que soy un privilegiado en el mundo caótico que han creado para mantener las diferencias entre las personas. Separados por comunidades, ideologías políticas, religiones, países o culturas con el propósito de evitar la unión entre estos y poder seguir llevando las riendas de la situación.
A veces, parece que sólo existe odio en nuestros corazones, alimentado por la envidia o la lujuria y oprimido por el miedo para no salirse de la vera marcada en un sistema de división muy bien pensado. Un sistema en el que, unos pocos supuestamente elegidos democráticamente, únicamente se dedican a enriquecer sus patrimonios, el de las grandes corporaciones y familias multimillonarias, mientras cada día, más de 35000 niños mueren en la más absoluta pobreza a causa de la desnutrición. Donde en pleno siglo XXI queda fehacientemente demostrado que la justicia y la igualdad no es el objetivo de los que están en el poder. Una era en la que, en vez de avanzar en la evolución de la especie, se retrocede unos cuantos siglos en el tiempo para arrebatar los derechos de las personas que sostienen un sistema capitalista mezquino e insostenible. Un tiempo en el que la deuda generada por el sistema, supera con creces el dinero que existe en circulación. Una deuda que a los ojos de los poderosos, ha sido generada por la ambición y la lujuria de las "bajas clases sociales".
En estos tiempos la educación, la cultura, la sanidad, los servicios públicos, y los recursos de primera necesidad han sido vendidos a manos privadas, consiguiendo con ello privatizar la vida misma y obligando al mundo a permanecer en un estado de esclavitud maquillado de democracia.
En el fondo, todo el mundo sueña con un mundo mejor, pero el miedo a las represalias por parte de los poderosos, la separación de clases sociales, o la diferencia entre maneras de pensar evita la sublevación de manera pacífica mientras que la oligarquía maneja los hilos para generar más odio entre nosotros y con ello generar conflictos y batallas en las que siempre pagan los que menos culpa tienen.
¿Donde queda la humildad de las personas?. ¿Qué es necesario hacer o decir para concienciar al mundo de que si seguimos por este camino solamente encontraremos nuestra propia aniquilación?. ¿Por qué los organismos establecidos para evitar guerras y conflictos siguen permitiendo las matanzas de las que somos testigos?.
Es cuestión de mirar dentro de nosotros mismos a la hora de buscar culpables de la situación en la que se encuentra el mundo. Pues cuando se cometen injusticias, todos solemos intentar pasar desapercibidos ante esa situación mirando para otro lado. Somos nosotros mismos los que consentimos con nuestra indiferencia que este mundo sea cada día más injusto y cruel. Somos todos y cada uno de nosotros responsables de todas las acciones cometidas con mala fe.
No quisiera alargar más este escrito, pues con cada palabra que se suma al texto es una puñalada más en este corazón que alberga aún la esperanza de que es posible liberar el amor que un día fué erradicado de los humanos para convertirlos en máquinas que sostienen el sistema. Pero no me gustaría terminar de una forma tan negativista, pues sé, con toda fe, que un mundo nuevo es posible si todos ponemos un pequeño grano de arena. Sólo es necesario olvidarse de las diferencias y querer un mundo mejor. Aunque para ello primero debemos liberarnos del miedo que genera nuestras cadenas de indiferencia ante las injusticias, sólo entonces habremos recorrido más de la mitad del camino en esta larga lucha contra la esclavitud que nos mantiene dormidos.

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